Uno pescaba palabras en el aire, las ordenaba y las guardaba en libros. El otro, más viejo, pescaba peces en el mar, los recogía y almacenados en su barca llegaban a puerto. En esta mesa se encontraron muchas veces. Peces y palabras se mezclaron y al poco vio la luz una hermosa historia de hombres cabales, de honestidad, de lucha, de fidelidad a ideales y a personas, de amistad: “El viejo y el mar”.
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En estos días de personajes de tan baja estopa, de sinvergüenzas sin vergüenza alguna, su lectura, acompañada de esta belleza sonora de hoy, ha sido una evasión hacia personas y mundos casi perdidos.
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Venga, seamos optimistas: aun quedan muchos peces y palabras.
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A Eugenio, el pastor de Robladillo, le cogimos esta vez, además de trabajando, muy enfadado. Enfadado con políticos y banqueros, con animalistas y ecologistas. Enfadado con el mundo. Enfadado con una realidad que no hará que las cosas cambien. Decía Eugenio que en el campo se han perdido hasta los andares.

Esta vez Alberto se para en la canción "Solo pienso en ti" de su admirado Víctor Manuel. La historia de Mari Luz y Antonio, dos discapacitados psíquicos que, enamorados, lograron casarse y formar una familia pese al rechazo social. El cantautor asturiano volvió a saborear las mieles del éxito gracias a esta composición allá por el 78. El viernes intentamos que Skafo volviera a cantar pero nuestro esfuerzos fueron infructuosos. Algún otro se atrevió.

"La primera vez que volví a Quecedo, después de muchos años sin veranear en el campo, me llamó la atención el silencio. Yo recordaba un pueblo donde, aunque fuera la hora tórrida de la siesta y las calles estuvieran desiertas, siempre se oía algún mugido, rebuzno, ladrido, relincho, cacareo, maullido, gruñido, balido… y, de vez en cuando, el magnífico y sonoro canto de un gallo.
Las piedras de las calles y los caminos valdivielsanos puedo sentirlas todavía bajo mis pies pequeños, que ya no lo son. Y siento el pelo o las plumas de los animales en mis manos pequeñas, aunque estas crecieron hace ya mucho tiempo. En uno de mis recuerdos recurrentes más antiguos (tendría yo tres o cuatro años), vuelvo hacia nuestra casa desde la carretera, entrando al pueblo, no por la calle principal que empieza en las casas de los maestros, sino atajando por la chopera. Cruzo un arroyo, apoyando los piececitos en las piedras para no mojarme, y subo corriendo por un camino flanqueado a la izquierda por un alto muro de piedra que casi tapan las madreselvas. A la derecha baja la agüera, escondida bajo una vegetación muy tupida de ortigas, malvas y unas florecitas de color rosa que me encantan. Al final de este camino, echado ante una maciza puerta tachonada de clavos, bajo un gran arco de piedra, me espera el Cuco, que pone tiesas sus orejas y gira la cabeza para mirarme, con ese jadeo y esos gemidos que hacen los perros cuando se ponen muy contentos." [seguir leyendo]
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El del pasado miércoles fue otro pleno más. ¿Quién dice que nada cambia en nuestro ayuntamiento? Fijaos, tenemos ya la fotografía del nuevo rey. Algunas cifras, alguien que quiere ser taxista en el valle, algunas preguntas livianas, algunas respuestas fugaces, algunos debates vacíos... Por lo demás, nada nuevo bajo el sol de otoño. Chopos amarillos, calles vacías, puertas cerradas y en la casa de Sagrario, en Puentearenas, su sonrisa invisible sentada en el poyo.